El miriñaque, el polisón y el corsé, prendas interiores y socialmente aceptadas que dibujaron, constriñeron y enjaularon la silueta de la mujer en el siglo XIX. ¿Enjaularon a la mujer?
La exposición aborda la evolución desde el miriñaque al polisón y el desarrollo del propio corsé, tanto en patrones de mujer como de niña. “El mundo infantil, a modo de espejo, copia los armazones y patrones de la mujeres”, ha explicado en rueda de prensa González Asenjo, quien asegura que las niñas también utilizaban miriñaques y corsé.
¿Qué es el miriñaque? Una falda almidonada guarnecida con aros, a modo de armazón, que tuvo su origen en 1850. “Su estructura es similar a la de una jaula de hierro que contribuye a aumentar el volumen a la figura de la mujer, confiriéndole una silueta acampanada”, detalla la comisaria.
A pesar de su rigidez, esta estructura aportaba gran ligereza al movimiento de la mujer, “ya que sostenía las faldas del traje sin necesidad de utilizar múltiples capas superpuestas”, puntualiza.
El polisón es un armazón que, atado a la cintura, daba volumen a la parte de atrás de la silueta femenina.
Años, después, el miriñaque, también llamado crinolina, cede el paso al polisón, armazón que, atado a la cintura, daba volumen a la parte de atrás de la silueta femenina.
“Es el momento en el que la silueta femenina se modifica, la forma acampanada se desinfla en el frente y en los costados y comienza a proyectarse hacia atrás”, explica.
Esta cola se convierte en una de las características fundamentales de los patrones femeninos, que en ocasiones fue motivo de burla y ridiculización. “En la prensa inglesa existen muchas piezas satíricas que parodian el aspecto enjaulado de la mujer”.
Tras una breve interrupción, el polisón vuelve con fuerza en torno a 1883 y hasta 1890, pero en esta ocasión a modo de cojinete ubicado bajo la cintura.
Cada día, el polisón va tomando más fuerza y adopta siluetas exageradas como “grupa a caballo”, aclara la comisaria, quien destaca que existía un gran gusto por decorar los vestidos a imagen y semejanza de las estancias de su casa.
“Por eso, el traje de este período es conocido como de estilo tapicero, por la similitud decorativa que presenta con el tratamiento de los tejidos del interior de las estancias de los hogares de la burguesía”.
Años, después, el miriñaque, también llamado crinolina, cede el paso al polisón, armazón que, atado a la cintura, daba volumen a la parte de atrás de la silueta femenina
A partir de 1890 y hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, con el Modernismo, el miriñaque y el polisón salen del armario femenino.
La mujer prefiere el cojinete, un pequeño polisón que le confiere más movilidad y “le permite realizar actividades sociales como montar en bicicleta o a caballo”.
En esta época, el corsé adquiere mayor protagonismo, y su función consiste en constreñir el tórax y reducir el talle, otorgando a la mujer una silueta en ese.
En función del desarrollo de estas tres prendas interiores fueron evolucionando las exteriores. Así, mientras que en la época del miriñaque aparecieron los sobretodos envolventes y sin estructura alguna, con el polisón se ponen de moda los abrigos semiceñidos, dolman (mantos), capelinas y estolas.
En esta muestra, que se puede ver desde mañana y hasta el 20 de septiembre, se incluye una serie de sombreros con pájaros disecados, abanicos hechos con plumas exóticas y máscaras faciales para preservar el maquillaje, todos ellos decorados con motivos flores rescatados de la naturaleza.
La exposición “Jaulas doradas” finaliza con una serie de prendas contemporáneas de Pedro del Hierro, Angela Arregui, Paco Rabbane o Givenchy, diseñadores que de forma recurrente han empleado corsés, jaulas y pájaros como elementos decorativos.
“Estas piezas invitan a reflexionar sobre la idea de la mujer enjaulada, las imposiciones sociales y la afectación de la salud por la opresión de la prendas”, concluye la comisaria.
Por: CARMEN MARTÍN
Agencia EFE